El Techo de la ballena: cómo, cuándo y dónde, por Juan Calzadilla

 

 

Caracas, marzo de 1961

 

La creación de El techo de la ballena ocurrió en un momento en que las vanguardias plásticas alcanzaban en Venezuela un clima tenso e insoportablemente hipócrita. El hecho de que en el grupo militaran pinto­res y críticos de arte precipitó aún más, a través de manifiestos y exposiciones, la alianza de la literatura y el arte para propi­ciar un resultado que nunca hubiera llegado a un punto tan candente y radical si cada disciplina hubiese marchado separada­mente, o si no se hubiesen complementado de la manera en que lo hicieron. La integra­ción de ambas manifestaciones, literatura y arte, puede apreciarse desde un primer momento en el lanzamiento del grupo en marzo de 1961, a través de la exposición Pa­ra restituir el magma, cuya intención, más que mostrar obras, aun si fueran de signo experimental, fue provocar un escándalo. Un escándalo a partir de la declaración a la prensa de un supuesto robo de cuadros de la exposición producido justamente antes de la inauguración de ésta.

 

[1]«Los almanaques no registran todo lo que puede decirse acerca de / la ballena / es el hombre cósmico exigiendo su grito / es un gesto / es una actitud. / El Techo de la Ballena / al igual que los cantantes de moda gozará de una ex­traordinaria / popularidad. / El Techo de la Ballena reina entre los amantes frenéticos / dueño de todos los tambo­res y de una reconquistada materia».

 

La intención de El Techo de la Ballena fue introducir en la dinámica de ese momento de efervescencia un foco creativo de tal mag­nitud que, aparte de revelar una estética propia, como la que se imprimió al diseño de libros y catálogos, se desbordó para llenar espacios y galerías que compartían en­teramente el espíritu de El Techo o que surgieron adscritas a éste, como fueron la Galería Ulises y la Galería de El Techo, esta última inaugurada en 1965 con una gran exposición de Roberto Mata y la presencia de este gran agitador surrealista en Caracas.

 

En las artes plásticas, cuando el abstraccionismo geométrico parecía llevar la pin­tura nacional a un callejón sin salida, apoyado en la complacencia oficial y comercial, los pintores de la Ballena propusieron la apertura hacia un arte nuevo donde la experimentación, la fuerza instintiva y el riesgo fueran cauces candentes para revitalizarlo. Igual reacción se levantó en armas contra la expresión que trampeaba con imágenes de cloacas y de cerros para complacer gustos pequeñoburgueses, traicionando la altivez del compromiso que se decían asumir para favorecer un nuevo compromiso, tal como se dice en el manifiesto antes citado.

 

La más alta llama explosiva se produjo en el Homenaje a la necrofilia, en donde un pintor tovareño criado en Valera, Carlos Contramaestre, se jugaba su propia carrera en la búsqueda afanosa, a través del humor negro y el desprecio absoluto de los cánones, de una contaminación conflictiva. Se puso en tela de juicio el gusto, el aura de la responsabilidad del artista, la cual en fin de cuentas, aun con una obra cumplida sólo conduce a la huera satisfacción de haber llegado.

 

Es ante un espectáculo semejante que los poetas balleneros, en la necesidad de investigar un territorio negado a nuestro exceso de cordura, no vacilaron en proponer las difíciles confrontaciones, sin que nunca se haya pretendido hacer un código de ello, porque ciertas zonas y materias de la realidad no habían sido tocadas en virtud de la pacatería y el ruralismo mental de nuestros llamados poetas.

 

En El Techo las especificidades parecen resistirse más a las trampas que la narrativa tiende a todo poeta, y así vemos que Francisco Pérez Perdomo, Carlos Contramaestre, Juan Calzadilla, Caupolicán Ovalles, Dámaso Ogaz y Efraín Hurtado, consagraron sus manes casi exclusivamente a la ac­tividad lírica salvo en ocasionales incursio­nes narrativas, no muy seguras de sí mis­mas, en los casos de Edmundo Aray, Juan Antonio Vasco y Caupolicán Ovalles.

El Nadaísmo y El Techo de la Ballena fueron agrupaciones contestatarias surgidas casi simultáneamente en Colombia y en Venezuela en medio y como expresión de violentos cortes históricos y rupturas que sacudieron a las estructuras sociopolíticas y a la cultura de ambas naciones.

A partir de los años sesenta —escribió Jotamario Arbeláez— toda América fue una gran conmoción poética. Cuba era un foco de soles sobre la esperanza del hombre nuevo. En todos los países se fundaron movimientos y revistas que llevaban los aires de la renovación del lenguaje y la atronadora sensibilidad del momento que era este siglo. Así se dio en Colombia y en Venezuela, este país que amamos tanto como si parte de él fuera nuestra, ese milagro de la expresión contestataria, con toda la violencia de un humor pérfido y una confrontación carnicera, que en Venezuela se llamó El Techo de la Ballena y en Colombia el Nadaísmo.

Ese contexto fue, en efecto, el mismo que instó a los balleneros a formar un frente ar­tístico-literario en la Caracas enguerrillada de 1961, para rotular un postulado subversivo que se puede resumir en las siguientes palabras, que tomo del manifiesto publicado en el Rayado sobre el Techo Nº 3:

«No es por azar que la violencia estalle tanto en el terreno social como en el artístico para responder a una vieja violencia enmascarada por las institu­ciones y leyes sólo benéficas para el grupo que las elaboró. De allí los des­plazamientos de la Ballena; como los hombres que hasta ahora se juegan a fusilazo limpio su destino en la sierra, nosotros insistimos en jugarnos nues­tra existencia de escritores y artistas a coletazos y mordiscos».

Aunque a este respecto, como conclusión, Jotamario no puede dejar de advertir que el humor, aun el más inocente, es un arma mortífera, así se emplee, como es su caso, para refutarse a sí mismo:

Existió sin embargo —dice— una gran diferencia con El Techo en que nuestro amor por la revolución no resistía la violencia de un cañonazo, pues en realidad fuimos unos anarquistas enculillados tal vez por las influencias contrarrestantes del Budismo Zen y Krishnamurti, Aurobindo y Lanza del Vasto, influencias que no sólo nos ale­jaron del compromiso, sino que nos mantienen con vida.

Es cierto que El Techo podía reclamar para sí una mayor cuota de compromiso frente a la violencia política que operaba desde el poder, e incluso una mayor dosis de delirio utopista y de empedernido experimentalismo a ultranza, pero en la poesía nunca llegamos en Venezuela, por ese tiempo ni después, a un desarrollo de los sentidos de tal virulencia como el que proveía a la tribu nadaísta de un culto irrestricto y desenfrenado a la insensatez y a las situaciones lími­tes. Nunca pudimos tomar de ellos la persistencia en los prosaísmos de una épica inspirada en el vulgar anecdotario de la vida corriente, como la que se desprendió para Colombia misma del magisterio nadaísta.

Otra analogía importante es la pasión por las artes plásticas y el afán con que ambos movimientos se esmeraron en integrarlas al programa de subversión intelectual, si bien esta característica es más resaltante en El Techo de la Ballena, para el que la pintura jugó un rol decisivo en la propuesta innovadora.

La fundación de nuestro grupo ocurrió en un momento en que las vanguardias plásticas alcanzaban en Venezuela un clima tenso e insoportablemente hipócrita. El hecho de que en el grupo militaran pintores y críticos de arte precipitó aún más, a través de manifiestos y exposiciones, la alianza de la literatura y el arte para propiciar un resultado que nunca hubiera llegado a un punto tan candente y radical si cada disciplina hubiese marchado separada­mente, o si no se hubiesen complementado de la manera en que lo hicieron. La integra­ción de ambas manifestaciones, literatura y arte, puede apreciarse desde un primer momento en el lanzamiento del grupo en marzo de 1961, a través de la exposición Para restituir el magma, cuya intención, más que mostrar obras, aun si fueran de signo experimental, fue provocar un escándalo. Un escándalo a partir de la declaración a la prensa de un supuesto robo de cuadros de la exposición producido justamente antes de la inauguración de ésta.

 

[1]  Fragmento del Manifiesto del Primer Rayado, 1961

 

Miradas al Techo de la ballena
El ojo de la Ballena. Dictado por la jauría y Los venenos fieles o las cavilaciones tras el rostro surrealista de la Venezuela de los años '60, por Carla García Citerio
Publicado en El techo de la ballena.

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