Juan Calzadilla se aferra la libertad como único principio válido
en toda corriente estética
Rubén Wisoztki
Diario de Caracas, martes 9 de febrero de 1993
“El arte desaparecerá y con él los críticos”
Este poeta nacido en Altagracia de Orituco, continúa la serie de entrevistas a los críticos de arte. Un espacio para declarar la muerte del arte de estos días, de los Salones, de los críticos, de todo. Menos de la libertad.
El crítico y poeta Juan Calzadilla ya no cree en nada ni en nadie. Su voz suena lapidaria, cada palabra suya empuja hacia el sepulcro los moldes que han dibujado el pasado y el presente. Queda el futuro, tiempo borroso a causa de las incertidumbres y las expectativas. Queda, entonces, una lejana esperanza. Juan Calzadilla ya no cree en nada ni en nadie. Y, sin embargo, resulta muy fácil creer en él.
“La crítica de arte no existe. Yo considero una osadía que alguien pretenda decirse profesional de una carrera que no existe como es la crítica del arte. ¿Qué es lo que hace a un crítico de arte ser o aparecer como tal? No hay ningún fundamento para ello, no existe ninguna escuela o academia que así lo certifique. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
–¿Y por qué nos apegamos tanto a ustedes?
–Mira, pienso que antes de preguntarse eso hay que saber que una cosa es el rol del crítico y otra cosa es la función crítica…
–¿Cuál de las dos posturas le gusta más a Juan Calzadilla?
–Yo he sumido el rol de crítico por momentos, luego lo he abandonado porque considero que no hay ninguna base real para sustentar los juicios que uno propone cuando habla de una obra de arte.
–Si eso es así, ¿qué es lo que le queda al espectador que ve una obra de arte y no consigue ninguna guía para apreciarla o detestarla?
–Oye, el crítico lo que hace es proponerle al lector una lectura de la obra de arte que tiene enfrente, una lectura para que el otro complete el sentido y de esa manera se ponga a favor o no de la obra de arte. Pero es más complejo aún este tema. Mira, la obra de arte no existe sino en cuanto es descubierta, es vista.
–Pero entonces se podría especular, de acuerdo a sus palabras, que muchas personas podrían considerarse críticos. Y uno no sabe si eso está bien o está mal.
–No tiene nada de malo. Es importante aquí considerar la función que desempeña el crítico y no el papel que desempeña el crítico. Porque sino lo que estamos haciendo del crítico es sencillamente otro artista. Y eso si está mal.
–Disculpe que insista, pero me llama mucho la atención. ¿Todos podemos ser críticos?
–Yo creo que sí. Es casi un derecho natural en el mismo sentido en qu todo individuo puede considerarse un artista. Ahora bien, una cosa es lo que digas, la responsabilidad de tus palabras, y la manera cómo se le va a ver, no ahora, sino en el tiempo. Porque nosotros, al igual que los artistas, no estamos trabajando para el momento. Hacemos una apuesta al futuro.
–Jorge Romero Brest, en ese sentido, hizo mención a una cierta provisionalidad de la obra de arte. Él afirmó que las obras podrían ser medidas en un determinado tiempo.
–Estoy absolutamente de acuerdo. Eso lo está comprobando la historia. Los valores que eran admitidos en un momento no son los mismos que se toman en estos días. Y viceversa.
–¿Y qué siente un crítico como Juan Calzadilla, con 35 años de trayectoria dentro de la crítica, que en un momento determinado alabó o avaló la obra de un determinado artista que hoy no cuenta ni siquiera con su aprobación?
–El hecho que tú compruebes que un artista tiene un momento valioso de su obra es suficiente. Porque ese artista no puede ser juzgado sino por lo que hizo. Y es que uno no puede ver las cosas desde el punto de vista de la actualidad, también hay que verlas desde el pasado. Al igual que se puede evaluar a un artista que ya murió y que no fue tomado en cuenta en vida. Pero fíjate que hay otra cosa interesante en relación a lo que has venido planteando. Nosotros no podemos creer que el valor de un crítico depende de si está o no en la actualidad. Su importancia no está en que publique en los periódicos. Pongo por ejemplo el papel más conocido de parte de los críticos que es el de ser miembro de un jurado de Salones. Los Salones son figuras obsoletas para el arte porque sencillamente se rigen por principios que no tienen actualidad. De acuerdo con un enunciado de Marcel Duchamp, “no hay obra que no sea de arte”, no hay individuo que no sea artista. Todos los individuos son artistas por el hecho de que toman la decisión de ser artistas. Entonces, si ese es un derecho que nos pertenece a todos, ¿cómo un crítico va a coartar la libertad de alguien que tiene la facultad de considerarse artista y envía sus obras a un Salón?
–¿Dónde culmina todo esto? ¿A dónde van tantas obras?
–Creo que vamos hacia la desaparición del arte tal como está planteado en estos momentos. Creo que vamos hacia una especie de universo público en donde todos van a poder expresarse como quieran y dónde quieran…
–Eso suena muy bonito, pero hasta estos momentos no estamos basándonos en nada. Si mi actitud empírica me permite ser crítico y el talento creador le permite a usted ser artista n veo la salida. Ahora yo soy el que se pregunta: ¿De qué estamos hablando?
–La actitud crítica también es artística. Cuando yo quiero ser crítico es porque estoy expresando una necesidad y así estoy creando también; y si yo llego a ese grado de convicción de la crítica como arte, entonces yo puedo respetar el trabajo de los demás. No tengo porque sacarlos de circulación y hacer lo que hacen los jurados que es reprimir. En un Salón de Venezuela pasó lo siguiente: un jurado de selección hizo su trabajo, fue cuestionado por la mayoría de los artistas y lo sustituyeron por otro jurado de selección. El nuevo jurado de selección sacó todas las obras que el anterior había escogido y metió todas las que fueron rechazadas. ¿Cuál de los dos jurados tiene la razón? Los dos jurados porque todas eran obras de arte. ¿Qué quiere decir esto? Que no existen elementos de juicios para decidir qué cosa es una obra de arte.
–¿Cuál es el final?
–El sistema del arte va hacia un cambio. Se harán Salones sin premios. Salones donde todos podrían expresarse. Claro que en otro nivel seguirán existiendo los museos con sus mecanismos de evaluación en función de la historia y otros juicios.
–¿Usted siempre manejó esos conceptos?
–No, a mí me deprimió mucho participar en la Bienal de Mérida, en 1990. En aquella oportunidad fui jurado, las circunstancias me llevaron a aceptar esa responsabilidad. Fue algo decepcionante. Todos los participantes hubieran podido ganar el premio. Lo que pasa es que la marcha del arte es como la de un huracán: tú no sabes por donde va a pasar, y los críticos son como los meteorólogos que pronostican y lo siguen para informarle a la gente acerca de su ruta. Porque ellos tampoco saben por dónde va a pasar.
–Usted está despertando mi instinto piromaníaco. Mientras lo escucho provoca agarrar los cuatro libros que tengo de crítica de arte y encenderles fuego. De acuerdo a sus palabras se han acabado las teorías.
–Así es. Yo creo que habrá que examinar todo eso, revisarlo, ver qué es lo que está sucediendo. Mientras tanto la crítica debe ser completada por el lector. La gente inteligente lo primero que hace en las exposiciones es cerrar el catálogo y después que ve la obra abre el catálogo, así se da cuenta de las barbaridades que no son otras cosas que interpretaciones relativas a un punto de vista de la obra y del artista. A veces los críticos son elementos que hacen escribiendo lo que no pueden hacer como artista plástico. Entonces consagran las cosas de las cuales participan. Eso es legítimo. Porque por encima de todo el principio que hay que defender es el de la libertad. Eso es lo único que importa.
–Y mientras tanto, ¿hacia dónde va el arte?
–Ya te lo dije, hacia la desaparición. El arte desaparecerá y con él los críticos. Y ya no más, ¿no? Porque de lo contrario ya empezaré a contradecirme…
La certera voz del poeta
Además de la actividad de crítico de arte a Juan Calzadilla se lo reconoce como hombre de letras, esclavizado a ellas y vivo por ellas. Le dicen poeta y como tal ha dejado en sus libros algunos de sus pensamientos en torno al arte. Algunos ejemplos:
“No se es artista porque se es loco, sino todo lo contrario. Por donde se le mire, al artista siempre le falta la razón.
(Diario para una poesía mínima. Editorial Mandorla,1986)
“El arte también tiene sus reglas: las mismas que nos eximen de cumplirlas”.
(Diario para una poesía mínima. Editorial Mandorla,1986)
“El artista dice: las cosas tienen el color del sentimiento del que las ve. Pero, en verdad, sólo tienen el color del sentimiento del que las hace. Y de este modo no las puede ver sino el artista que las hizo. Esa es la historia del arte moderno”.
(Diario para una poesía mínima. Editorial Mandorla,1986)
“Si el arte es, como se dice, autónomo, el artista debería tener el valor de confesar y asumir como propia la decadencia que su obra encubre.
No debería justificarla aduciendo que su obra refleja a la podrida sociedad de su tiempo, pues ello equivaldría a admitir, como tendría que ser, y con lo cual no está de acuerdo, que el arte no es un fin sino un medio”.
(Diario. Aproximaciones a un decir siempre aplazado. Colección Plural de Poesía. Sin fecha)
“Al concluir la redacción de su texto levantaba la
página escrita y la miraba a contraluz. Verificaba
entonces que la transparencia del soporte no dejaba
ninguna duda acerca de la inanidad de loe escrito”.
(Tácticas de vigía. Ediciones Oxigeno, 1982)