LOS LABERINTOS DE LA LUZ
Juan Calzadilla
Noviembre 2020
La compilación Los laberintos de la luz, Reverón y los psiquiatras formaba parte de un programa de publicaciones elaborado con motivo de la inauguración del Museo Armando Reverón con sede en el Castillete de Macuto, en 1992. Eran publicaciones documentales a propósito de las actuaciones del pintor. Por alguna razón que no viene al caso, el libro no circuló o no llegó a publicarse a causa de la inundación que se presentó pocos años después en todo el litoral central. El deslave de La Guaira destruyó materialmente el Castillete y el Museo que se acababa de inaugurar. Por fortuna el libro aparece ahora en edición digital gracias a la intervención del psiquiatra Pedro Téllez, de Valencia, y de la Fundación Editorial El perro y la rana, quienes con gran empeño recuperaron la compilación y rescataron el proyecto, efectuándole algunos retoques y añadiendo un ensayo de Juan Liscano sobre el erotismo en la obra de Armando Reverón, el diario del médico psiquiatra Héctor Artiles, y las fotos de Ricardo Razetti.
El eje central del libro, si así pudiera decirse, es el texto del informe del psiquiatra José Manuel Báez Finol, quien trató medicinalmente al pintor en dos ocasiones, en 1945 y 1953 y 1954. En ambas ocasiones Reverón se encontraba enfermo, víctima de trastornos psicopatológicos graves que ameritaron la reclusión de pintor en la clinica psiquiatrica San Jorge, que el médico Báez Finol poseía en la parroquia Catia.
La psiquiatría jugó un gran papel en los hechos que rodearon al descubrimiento del pintor y de su obra en 1955 a través de una exposición retrospectiva celebrada en el Museo de Bellas Artes: centro en el cual Báez Finol leyó la conferencia que el lector encontrará en este libro. Pero Reverón era un pintor prácticamente desconocido, solitario y aislado por propia voluntad del mundo artístico, y de quien circulaba la versión, cuando más, de que era un loco divertido. La retrospectiva del 1955 tuvo gran impacto y cambió la opinión que la gente común tenía del pintor. La conferencia de Báez Finol representó por eso el primer juicio importante sobre Reverón y es ella la que lanza su nombre, purgado de prejuicio e inexactitudes.
La última intervención del psiquiatra, en 1953, fue relevante en la cadena de acontecimientos que siguieron a la muerte de Reverón. En principio Báez Finol confirmó que la patología de Reverón tenía su origen en episodios de la infancia y adolescencia en Valencia contados por Reverón al psiquiatra en el curso del psicoanálisis que se le aplicó al pintor durante los primeros meses de su internamiento. Reverón reveló información importante para conocer detalles de su vida sin los cuales no hubieran podido llenarse los vacíos que presentaba su biografía, de forma que el discurso del médico cumplió funciones propias de la crítica de arte.
El interés de los psiquiatras por Reverón es posterior a su muerte y está motivado por la revelación de que padecía de una esquizofrenia que se manifestaba cada cierto tiempo en perjuicio de su salud al punto de sumirlo en fases delirantes y estados depresivos muy difíciles de tratar por el estado de abandono a que se entregaba el pintor. Durante sus crisis no recibía atención de ninguna clase, ni sanitaria ni alimentaria. Expuesto como estaba a la muerte, vinieron al Castillete a recobrarlo, tal como ya lo habían hecho en 1945, dos de sus amigos del Círculo de Bellas Artes, Manuel Cabré y Armando Planchart para internarlo en el Sanatorio San Jorge. Se comprobaba así que Reverón fue una víctima más de la sociedad, si entendemos también como sociedad al Estado, que no se ocupó de él en vida, y lo dejó morir.
La intervención del Dr. Moisés Feldman no deja de jugar un papel de la misma importancia en el desciframiento de la enfermedad a la luz de nuevos planteamientos, cuando nos confirma en una de las dos conferencias con que está presente en el libro, que la naturaleza histriónica del pintor cuando se entrega al psicodrama, al juego, al teatro y a las gestualizaciones corporales mientras pinta, adquiere a la vista de los hechos un papel terapéutico y por lo tanto defensivo frente a los estragos de una enfermedad que como la esquizofrenia carece de piso estable y crece y se expande a la sombra del inconsciente.
Juan Calzadilla
Para descargar: