SURREALISMO, UNA INVESTIGACIÓN
Floriano Martins
Entrevista realizada en agosto del 2006
F.M. -¿Cómo referirse al Surrealismo en una evaluación de su producción poética?
J.C. -En términos de lenguaje, mi contacto con el Surrealismo dura un poco más de una década: de 1958, cuando aparece Los herbarios rojos y luego Dictado por la jauría (l962), a l971, cuando sale Ciudadano sin fin. En los libros siguientes, en cuanto a lenguaje, hay menos nexos con el Surrealismo, y creo que esos vínculos o raíces desaparecen en mis publicaciones últimas, como Diario sin sujeto y Aforemas. Curiosamente, a medida que me desprendía del lenguaje surrealista en mi poesía, más surrealista me volvía en la vida diaria, en los actos, en la idea de las cosas. ¡Vaya paradoja!, porque ¿no es acaso impropio calificar a alguien que no escribe como un surrealista pero que actúa como tal, como a un surrealista? Y pienso en Jacques Vaché. No lo sé.
F.M. -¿Hay algún conflicto entre la manera como usted siéntese hoy surrealista y su inspiración inaugural?
J.C. -Sí, porque entonces lo que experimentaba como surrealismo no trascendía la esfera automática de la operación misma de escribir el texto. Con el tiempo he llegado dominar muy bien el automatismo psíquico, aunque sólo lo emplee en talleres de escritura, donde lo que yo mismo escribo vuelve por momentos a ser surrealista. De resto, al controlar el flujo automático, sé que lo estoy sometiendo a un proceso selectivo de las imágenes, es decir a ese pensamiento lógico que Breton rechazó en su manifiesto de 1924. Y esto naturalmente no representa en mi obra de madurez una posición fuerte respecto de lo que ha venido considerándose entre nosotros como surrealismo.
F.M. -¿Cómo usted se relaciona con otros poetas surrealistas?
J.C. -En Venezuela no hubo muchos poetas surrealistas. Y los que sobreviven han agotado hasta el cansancio sus propias fórmulas. Murieron Ramos Sucre, Luis Fernando Álvarez, Lira Sosa; Sánchez Peláez y Hesnor Rivera, los últimos. La relación por Internet es más rica, pero sin mayores consecuencias en cuanto al impulso que puede extraerse de una vinculación que se mantiene sólo a nivel informativo y que no es acompañada, en nada, por la acción. Lo que siento de esta relación de última hora es que el interés por el Surrealismo se está restringiendo a lo que se piensa sobre él. O a lo que se quiere saber, se estudia, se investiga y utiliza para tesis universitarias y libros de ensayo. A lo que sirve para rellenar páginas y páginas de Internet.
F.M. -¿Cuáles son sus restricciones eventuales al Surrealismo?
J.C. -En el Surrealismo actual encuentro poca disposición para la investigación y el experimento. También ha faltado disposición para el compromiso y la toma de posiciones ante tantas barbaridades como la que estamos viendo. Por ejemplo, ¿hubo alguna condena de los surrealistas de París a las leyes discriminatorias contra la inmigración del tercer mundo que produjeron la bicoca de 1.460 automóviles quemados en toda Francia? No abundan en este sentido los manifiestos como no sean para asumir posiciones defensivas o demasiado intrapersonalistas. No hay trabajo colectivo, han desaparecido los grupos, las revistas literarias y también lo que fue más caro a los surrealistas del período clásico: la combatividad, la disposición para el diálogo y la diatriba.
F.M. -¿Bajo qué aspectos es posible confrontar la actualidad del Surrealismo en este principio de nuevo siglo?
J.C. -No sé qué pueda pasar. Para el Surrealismo, como para la poesía en general, nos encontramos en una coyuntura delicada frente a la cual se hace necesario tomar más contacto con la realidad a fin de encontrar en ella formas de comunicación con la vida menos degradadas y despojadas de egocentrismo. Habría que convocar inmediatamente a una internacional surrealista donde se haga presente el espíritu combativo de Breton, ya que nadie podría reencarnarlo hoy.