Entrevista de Luisa Flores a Juan Calzadilla

Luisa flores, joven poeta limeña, se dirige a Caracas con permiso de César  Vallejo para entrevistar al galardonado poeta Juan Calzadilla

 

L.F: ¿La palabra qué le dice? O usted qué le dice a ella?

J.C: La palabra es inseparable de lo que se dice, y por lo tanto también delsujeto que habla, si entendemos la palabra como lenguaje y al lenguajecomo expresión por medio de la escritura. La palabra es una con el poema. Tú le dices, pero también ella te habla, de cierta manera te sigue, pero también te dicta pautas, te encauza,  te corrige. No es sólo materia prima o medio, como pasa en las palabras de la prosa. La palabra es también ser, desde el momento en que la eliges ella te representa. Y representa de ti lo que tú exactamente quieres, o más exactamente: lo que eres.

L.F: Qué  es poesía para Juan Calzadilla?

J.C: Es una rama de la gramática de la cua, contadas veces brotan flores. No importa en qué estación. Es la quintaesencia de la esterilidad.

L.F: ¿Qué es un poeta para usted?

Alguien que pueda llegar a decir: el inconsciente carece de ego.  Y que sea capaz de dejarse guiar por éste, sin traicionarlo.

L.F: La poesía ¿a dónde lo ha llevado?

J.C: Quizás más bien me ha traído. Pues por ella terminamos encontrándonos a nosotros mismos en ella, después de una larga travesía que consiste en la poesía misma, o en su fracaso. Las diversas etapas que uno cumple escribiéndola sólo conducen al punto en donde hay que comenzarla de nuevo. Viaje infinito que se cierra como un círculo, y cuyo emblema es la soledad. Lo que obtienes de la poesía en cada etapa en que crees haberla conquistado es una ínfima parte de ella. Siempre se te está yendo de las manos y lo que logras asir de ella son trozos sangrantes de tinta, y a veces sólo añicos. Es por eso que necesitas cumplir todo el recorrido, es decir, el ciclo vida-muerte. Pues nadie es poeta antes de morir.

L.F: ¿Considera usted que el surrealismo es un estado innato o un estado aprehendido?

J.C: Yo creo que es un estadio aprehendido al que se llega a fuerza de luchar contra la razón, y contra la corriente, a fuerza de no tolerar la realidad más que como evidencia de lo desconocido para atros o de indecible para ella misma.

Al final de esta lucha te encuentras a ti mismo  poblando el estadio innato. O reencontrándolo. Aquel espacio  en donde, como el místico, renaces a diario. No creo que el surrealismo sea algo por lo cual no valga la pena dar la vida.

L.F: Si hablamos del silencio ¿qué me puede decir de eso?

J.C: Casi nada, pues para hablar del silencio tendría que guardar silencio.

El silencio es todo lo que, de modo aprendido o involuntario, se dice a

sí mismo y que no tiene voz ni oído para otro que no sea aquel que

fatalmente, para su bien o mal, ha caído en las garras de lo absoluto.

 

Por eso, el silencio que hacen las manos a continuación de cuando se ha aplaudido rabiosamente es la mejor prueba de que no se ha dicho nada.

L.F: ¿La soledad es inevitable? Se puede imaginar la posibilidad de desdoblarse  uno mismo para que esa soledad no esté tan sola. ¿Usted recurre a desdoblar la soledad para lograr ese fin?  ¿Qué hace?

J.C: Si experimentas la soledad como quería Rilke, es decir, mediante la posesión de tu conciencia entera, de tus atributos, sentimientos e instintos, dejas de estar solo. Has entrado automáticamente al lugar donde todo el universo se hace presente.  Es lo que te podría decir cualquier taoísta.

 

L.F: ¿Cómo llega a la paradoja?

J.C: Por exceso de desconfianza en la lógica. La paradoja es una premisa del azar que contiene una opinión contraria a lo que se opina, y mediante la cual se alcanza a negar lo que afirma, afirmándolo. En este sentido es una figura categórica o, como decía, Kierkegaard, un pensamiento grandioso.

 

L.F: ¿Qué piensa de  los espejos? De esos cuerpos vacíos en donde uno se encuentra varias veces, creyendo ser siempre el mismo?

J.C: El hecho de que me reconozca en el espejo no quiere decir que ese al que miro sea yo. Hay siempre un reverso de uno, su parte profunda y recóndita, de la cual el espejo  no proporciona más que una copia al carbón, mediocre y falsa, como la de un mal fotógrafo.  El espejo debería tener un detrás, como pensaba Lewis Carroll cuando imaginó a Alicia.  Yo no estaría contento con el espejo hasta no verlo cambiar su papel de verdugo por el de testigo o perseguidor.

LF: ¿Tiene una teoría o una opinión del amor en tiempo de crisis?

J.C: Estamos casados.

Estamos cosidos.

Estamos cogidos.

Estamos jodidos.

 

L.F: ¿Qué es Juan Calzadilla para Juan Calzadilla.? ¿A qué se asemeja?

J.C: Te lo digo con un viejo acertijo:

Uno quiere ser tantos sin haber sino uno.

Uno quiere ser uno sin haber sido tantos.

Uno ha sido tantos que no puede ser uno

Uno no ha sido uno para ser tantos.

 

LF: ¿Considera que la locura podría ser la paz del cuerpo?

J.C: Hay algo de Pessoa que me gusta cuando afirma que

la salud es el estado preparatorio de la locura que

nos merecemos. Yo lo expreso de esta manera:

“Debemos estar siempre listos para enloquecer. Eso garantiza que la locura no nos coja por sorpresa ni se convierta en decepción para todos los que esperaban de ti una cordura larga y bien remunerada. Y a tiempo completo”.

 

Luisa Flores, Caracas, 15 y 16 de enero 2005

Entrevista a Juan Calzadilla, por Freddy Ñáñez
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Publicado en Entrevistas y reportajes.

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