LECCIONES DE CARPINTERÍA
Lecciones de carpintería es en rigor un ejercicio de estilo practicado en un taller de poesía. El propósito fue invadir una forma poética con la mayor libertad y sin respetar ninguna regla como no fuera el uso del molde de catorce versos que todos conocemos como soneto.
El reemplazo de la rima y la acentuación silábica por el ritmo interior propio del verso libre y de la conversación corriente, no nos impidió sin embargo ceñirnos a una norma aún más fregada que dice que todo soneto, bueno o malo, debe tener un final concluyente, como remate, síntesis o demostración divertida de la anécdota o el asunto argumentalmente expuesto en el texto. Más allá de la solemnidad que suele atribuírsele a la composición de sonetos, en Lecciones de carpintería asumimos el escabroso género cual una factoría en donde las partes han sido pedidas en préstamo y armadas como un collage con el que se pretendió ridiculizar la manía de los que confunden el logro de una cierta destreza para la construcción de versos métricamente perfectos con el oficio de poeta. J, C.
Santa Ana de Coro, agosto de 2002
*Lecciones de carpintería fue publicado en 2005 por la editorial El Pez soluble.
*En este entrada se incluye una selección de textos realizada por el autor.
Dificultades para escribir un soneto
Dedícate ahora mismo a escribir un soneto
para demostrar que eres buen poeta.
Dispón su estructura correctamente
Combinando dos cuartetas y dos tercetos
Colocados de arriba a abajo, en el mismo
Orden, uno tras otro y renglón por renglón
Hasta obtener catorce versos, completos
En sus cantidades métricas y en sus acentos.
No te olvides de la rima y de sus enlaces
Y cuando lo hubieres hecho, llegado
Olímpicamente al final, ahora si puedes
Jactarte, proclamándolo al mundo,
Que tras vencer tantos obstáculos pudiste,
Al fin, oh bardo, escribir el bendito soneto.
Soneto sucio
Yo sé tanto de mí como lo que tú sabes de un insecto.
Sé tanto que no aguanto las ganas
De gritar que lo que sé de mí
Se lo debo a mi sufrimiento
O quizás, también, a mis ganas de vivir
Que para el caso, son la misma cosa
Pues mientras la aventura me divierte,
Me lleva a rastras la indomable pena
Armada al final de tanto mal comienzo
Como el que con cada traspié
Me enrumbo paso a paso hacia la muerte
Gracias te damos, Darío, por enseñarnos
La técnica de traer por los cabellos los versos
Que para felicidad de todos nos reúne hoy aquí
Soneto con estribillo de latón
Escribir un soneto perfecto no me quita el sueño
Por más que entienda que la dificultad de armar
Bien dos cuartetos y dos tercetos es dura empresa
Cuando no se conocen a fondo las reglas gramaticales
Que los envidiosos charlatanes de la rima proponen
Como la prueba a vencer por el novato versificador
Que sin el talante que al poeta proporciona la vieja retórica
Con malas mañas torpemente incursiona en el soneto.
Cansado de oír al académico necio, no doy mi brazo a torcer
Cuando el conteo silábico se me pone cuesta arriba
Y un acento de más o de menos, me saca de casillas.
De mi endeble censor olvido su jerigonza dariana.
Sencillamente saco cuentas, recapitulo y mis rimas
Reacomodo al nuevo son que me ordene el mal verso
Soneto desarmado
Desarmar un soneto no es labor fácil, como tú crees.
Supone desprenderse de las desagradables normas
Que una tradición harta de sí, al fin, ha puesto
Para malestar del infatuado gramático en tres y dos.
Que el académico me vea como a infeliz catecúmeno
No importa. Peor para él si tras observar yo sus señas
Lástima me dé este señor perdido en una selva de estrofas
Y consonantes que nada tienen que ver con la vida.
No haré de la alquimia del verso la roca de Sísifo
Que cual Mallarmé errático me impone subir varias veces
La colina para arrojar al abismo la piedra del verso abstracto.
Y olvidaré también la perfección que a la atribulada forma
Como a ánima en pena persigue, para quedarme señores
Con el verso automático en un taller aprendido en tiempo récord.
Soneto atribulado
Añoro la época en que joven y como Jonás apuesto
Tenía yo grandes dotes para juntar versos
Que leídos hoy me suenan a prosa con tambor
Tan aliñados estaban por el sonsonete y el lugar común.
Jamás consideré el arte de rimar una hazaña
Que a mi pecho de aprendiz inflara cual pavo real
La petulancia de un Rimbaud. Tal artilugio,
Al contrario, por fácil me parecía juego de niños
y lo cultivé sin encono ni tener que sacar en el banquete
Académico un arma para acabar con los poetas
Que, igual que yo, batían su música de albañilería barata
Para componer libros imperfectos que tras su primera lectura
El impío editor, pertrechado en sus ganancias,
Condenara para siempre al sueño de las gavetas.
Ítaca
Así como antes te detenía un río crecido
Hoy te detiene un accidente de tránsito,
Una calle ciega, la fosa común abierta por el filo
Del alud, el pitazo del vigilante, o una orden superior
Que no entiendes aunque te la dicen al oído.
El barco podía hundirse, los caminos ciegos borrarse
Los caballos rodar deshechos por el barranco.
Pero nada impedía que llegaras sano y salvo a tu casa
Aunque como Ulises tardaras siglos y siglos
Tras recibir, paso tras paso, el castigo de los dioses.
Hoy te lo impiden cosas nimias como el asalto a un banco,
El camión sin frenos y, para mala suerte, el encontronazo
De la ráfaga a mansalva que de ti blanco perfecto hace
Como si llevaras la muerte cosida todo el tiempo a tu cuerpo.
Celebración caníbal
La gente aquí dispara a comerse
los unos a los otros
Y para ello muestra sin discreción
la crin de sus dientes.
Olvidando todo recato
pronto se desnuda de confianza
pues lo que semeja
amorosa conjunción de cuerpos
termina en encarnizamiento.
El rompecabezas revela
Que la dificultad de encarar esta vida
Independientemente de lo que hayas hecho
Con ella en un velorio o una fiesta
Se inicia con saña.
Fui árbol y centella el mismo día
Un día voy a tenderme largo a largo
Y no lo haré en otra parte sino en mí mismo.
No sé a qué pródiga sombra acogerme.
Ni cuál elegiría. Si la del alero
Que en su quieta ondulación, de niño
Yo vi que imitaba el curso sosegado
De un río. O si finalmente la del árbol.
Después de todo, como el árbol
Yo también estuve de pie.
Fui bosque y desierto el mismo día,
La nube se hizo párpado para abrir mis sueños,
Me agité bajo la lluvia y el viento.
Como el árbol recibí el rayo y la centella.
Ni el fuego ni la sequía me abatieron.