El desvelo de los horizontes: Entrevista a Franklin Fernández

Franklin Fernández: ‘Ningún gobernador de Anzoátegui ha tenido un trabajo cultural modélico desde finales del siglo XIX’.

Entrevista realizada por Juan Calzadilla a Franklin Fernández en julio, 2018.

Lo menos indicado que debe hacerse para difundir la obra de un artista plástico consiste en limitarnos a verlo en un ámbito meramente formal reducido a su trabajo, dejando fuera el contexto social, el pensamiento, las acciones, carencias y bondades del contexto en que se ha movido y realiza su obra.

Esto nos ocurre con Franklin Fernández (Caracas, 1973), un tipo de creador que sin vanidad, presunción, ni darse muchas ínfulas, ha venido protagonizando un arte funcional, multivoco, integral, fuertemente soportado por una base social a veces de tinte político. Y cuya obra él se niega a dejarla encasillar en una sola disciplina, sustraída del ámbito experimental. Por el contrario,   Franklin es un artista integral. Sus respuestas no se reducen a registrar la visión de lo que hace en la sombra de su taller, sino que, más allá de éste y de la obra misma, incluyen un amplio horizonte de reflexiones, investigación, propuestas y dudas, que ameritan, de su parte, asumir varios medios y poner en juego, como artista plástico y poeta, una apuesta de signo conceptual.

Establecido en uno de los ejes viales más poblados y compulsivos del urbanismo venezolano, entre las ciudades de Puerto La Cruz y Barcelona en el oriente del país, Fernández consiente en responder las preguntas de esta entrevista a condición de referirse también al amplio contexto de una crisis de país, a una guerra psicológica, a la esperanza y el desasosiego que a su labor le imprime el impresionante paisaje originario donde le ha tocado vivir.

Como educador, artista plástico e investigador, nutrido del saber popular e informado en la corriente internacional y en una relación muy estrecha con los artistas experimentales de uno y otro litoral de Venezuela y del mundo, soporta, después de 20 años instalado en esa región una madurez de la cual se hace necesario un balance como el que aquí se hace de su compromiso con su vocación de artista experimental.

Juan Calzadilla.

J.C. -Franklin Fernández es un caso especial de la generación egresada de los talleres del Centro Rómulo Gallegos (Celarg) en 1998. Curiosamente es el único miembro de esa generación con una vocación de artista múltiple, capaz de abordar y expresarse simultáneamente en poesía, crítica de arte, investigación de campo, talleres de formación y arte experimental en un género como el collage y ensamblaje conceptual basado en los desperdicios del consumismo capitalista. ¿En cuál de esas actividades singulares siente que ha dado su mayor contribución al arte venezolano y universal?

F.F. -La verdad no creo sea un caso especial. Soy el artista plástico más influenciado del mundo, el más sucio, el más contaminado. Mis grandes influencias vienen del campo literario y, en su mayoría, han sido escritores raros: André Breton, Jirí Kolár, Joan Brossa, Nicanor Parra, Darío Lancini, Alfredo Silva Estrada, Clemente Padín, Ramón Ordaz… Ellos han contribuido enormemente en mi formación plástica y literaria.

Para un poeta visual, arte y poesía son ámbitos indisociables. A través de la poesía he buscado sacar luz de las profundidades del alma. En ese sentido, la gestación de un poema es algo muy intuitivo, reflexivo y visual. La poesía experimental parte de múltiples focos, es un campo infinito.

Ante afirmaciones como la que usted hace digo: soy bastante curioso. Siento una gran pasión por la cultura, el saber popular, la diversidad cultural. Sentarse a conversar con un artesano es un enriquecimiento primitivo. Será el tiempo el que dirá si habré aportado o contribuido en algo a la cultura venezolana.

J.C. -¿Qué te ha impedido realizar en un museo importante, como te mereces, una exposición o retrospectiva de todas tus experiencias y conocimientos que permitan apreciar la suma de saberes que en materia de arte has llegado acumular en tu carrera de artista plástico?

F.F. El trabajo creativo en una ciudad de provincia es asunto arduo, difícil y poco retribuido ante la falta de estímulos y también de insumos y de una audiencia culta que ayude a sobreponerse a un burocratismo voraz que hace estragos en las comunidades. He sido persistente en mi trabajo y he construido un lenguaje cuya fuente principal es el reciclaje y provisión del desecho industrial y el despojo urbano y ultramarino para mis artefactos pensantes. Nadie lo había hecho hasta ahora en el marco de una estética coherente con las condiciones bélicas que se le han impuesto transitar al país.

Resistir al ojo del huracán no es una labor fácil. Vivimos en un momento altamente a-vital. A nuestra generación ha tocado la peor parte. En ese sentido, he buscado apoyo en el imaginario local, en constante comunicación con el arte popular y los saberes del campo y la ciudad, de todo lo cual he extraído tanta capacidad de aguante y resistencia que hacen de mi experiencia uno de los ejes necesarios de nuestro arte actual. Admito que mi meta apunta al arte latinoamericano, cuyas expresiones me gustan y no escapan a nuestros dilemas, trances y conflictos.

¿Que hace falta una suerte de retrospectiva en donde puedan confrontarse las diferentes facetas en que me he expresado? Por supuesto, para que se entienda mi propuesta general y se reconozca lo que he aportado.

J.C. -¿Abrigas algún plan concreto al respecto?

F.F. –Debido a la crisis económica, desde el año pasado tengo un proyecto postergado en la GAN. Hay trabas financieras. Muchas dificultades por falta de recursos. Los costos elevadísimos hacen cuesta arriba para un artista cualquier intento de exhibición o exposición. Lo cierto es que en la actualidad, la investigación y promoción en el campo del arte demanda tanto de fondos económicos como de estímulos aventurados. Sin apoyo gubernamental un creador no puede concretar con pasión una exposición individual. Ni un investigador puede practicar con efusión una exploración de campo. Del mismo modo que sin recursos e insumos un museo no puede ser visto como un espacio para la socialización. Somos una sociedad castrada. La ausencia de hermandad vino a ser nuestro inmortal declive.

J.C. -Me cuento entre los lectores de tu libro La imagen doble, publicado por la Fundación Editorial El Perro y La Rana (2006). Allí recuperaste un modelo de investigación sustentado en entrevistas hechas a artistas plásticos que habían hecho aportes al arte venezolano, pero permanecían desconocidos, un modelo de indagación que se había abandonado por completo en nuestra crítica de arte. ¿Cómo explicas que ese ejercicio de inteligencia no haya dado pie a que saliera de allí un movimiento renovador de la crítica y la reflexión sobre arte que tuviera hoy día continuadores?

F.F. Creo existe una renuncia a la actividad social y cultural entre los artistas plásticos, por lo menos en Anzoátegui. Así lo siento. Hay muchos prejuicios y recelos. Los artistas tienden a degenerar, decaer, empeorar. Con la situación actual, es mucho peor. Los estímulos y valores están por el suelo.

Por un lado, impera la especulación (los costos de los materiales están por las nubes). Por otro, el individualismo. Los artistas tienden a preocuparse por consideraciones de orden económico. Soy de los que separa economía de creatividad. Porque la crisis es económica, no creativa. Contra el bloqueo, asumo mi papel de resistencia. Y la resistencia es trabajo.

A través de la ‘Fundación Editorial el Perro y La Rana’, conjuntamente con los compañeros de la Biblioteca Municipal ‘Tomás Igancio Potentini’ (Alcaldía del Municipio Sotillo), dictamos semanalmente talleres de poesía. En lo personal, la deuda con los jóvenes estudiantes me aleja del infernal murmullo de la disidencia y los combates políticos.

La imagen doble nació por esa misma necesidad de diálogo, de ponderar el trabajo investigativo y creativo que yo venía ejerciendo desde años atrás por iniciativa propia. Exigió esfuerzo, pasión, dedicación, responsabilidad y profesionalismo; pese a que jamás en mi vida había hecho una entrevista. Sencillamente asumí el riesgo y actué. Fue una labor inexorable en términos de energía, tiempo y trabajo.

J.C. -Tu lenguaje en el arte de objetos conceptuales es internacional y tiene un alto componente de humor surrealista, de ludismo y sátira, como lo entrevieron Floriano Martins y Carlos Yusti en recientes entrevistas: un resultado que nadie mejor que tú podrías explicarnos. Pero también, más allá del objeto visible, poseen un talante hermético que podría volverlos resistentes a su comprensión inmediata. ¿Qué pasa cuando expones estos objetos que pudieran parecer herméticos a la vista de un público poco familiarizado con el arte, desconocedor de tu obra y poco habituado con el lenguaje estético? ¿Aprecias que se produce un impacto comunicativo o es que se necesita ir más allá de la integración de los contrarios? ¿Has notado si se produce el impacto que buscas comunicar o sí es que se necesita amurallarte detrás de un panel de sesudos críticos?

F.F. Sin duda, la poesía objetual es un lenguaje internacional, un lenguaje sin fronteras. Es, como dijera Kafka, ‘un asalto a la frontera… a la última frontera terrenal’. El poema-objeto supone una propuesta experimental, requiere un esfuerzo. La poesía se materializa y se ofrece como forma tridimensional, a la vez que se aviva como una realidad de contenido. Mis objetos subrayan ese interés por el absurdo, la ironía y la creatividad. Son comprensibles -o perfectamente asimilables-, al ser estimulados por correspondencias o ‘analogías sensibles’ (Joan Brossa). Para ser artista no se necesita ser un gran inventor sino sentir una gran pasión por los objetos, las imágenes y las palabras. Del mismo modo que para ser un buen espectador, se necesita ser un contemplante activo.

El saber ver juega un papel fundamental. La poesía visual es el arte de ver poesía en las cosas, es el arte de ver poesía, es el arte de ver. Advierte Roberto Juarroz que si hay algo a lo cual se parece pensar es mirar. ‘El hombre es una mirada’, dice.

La poesía  experimental no es simple metodología, es uno de los géneros más difíciles que existen. Lo digo porque se advierte mucha formula, calco y remedo en un contexto internacional. Es bueno aclarar aquí que los objetos se nutren fundamentalmente de vivencias, de experiencias. Se alimentan de vitalidad, esencialidad y espiritualidad. Mis poemas-objeto son autobiográficos.

Por último, dice Rafael Cadenas que el lenguaje cambia y que dentro de dos siglos el castellano nuestro será distinto. Roger Munier advierte algo parecido en Francia, cuando expresa: ‘Escribo en una lengua muerta, como dije en un aforismo (Pensar, cuando escribo, que ya escribo en una lengua muerta). Sé que el idioma francés está condenado a desaparecer. Será un idioma de cultura, como el sánscrito o el griego’. Por lo que, dentro de dos o tres siglos, el lenguaje de la poesía visual será un puente comunicativo de cultura entre las culturas. Como los jeroglíficos, los petroglifos o las charadas.

J.C. -Eres un intelectual de izquierda comprometido con la búsqueda de un mundo mejor a este que vivimos. Desde tu trinchera de lucha buscas dispararle a las anquilosasiones y debilidades del poder político. ¿Crees, en un futuro no muy lejano, la política se modifique o el hombre se perfeccione?        

F.F. -Creo en esa posibilidad de cambio, en esa necesidad de crear una sociedad justa, donde no existan odios, ni egoísmos, ni diferencias…

J.C. -¿Para qué y por qué se hace una revolución?

F.F. -Las revoluciones son necesarias para avanzar, prosperar. Son mecanismos esenciales de mejora, desarrollo y progreso. Creo fue Gustavo Pereira el que dijo que las revoluciones se hacen para mejorar la calidad de vida de las personas, no para desmejorarla. También advierte que en el pasado las revoluciones fracasaron porque muchos de sus dirigentes eran falsos revolucionarios. Se dejaron vencer por la prepotencia, la egolatría y la vanidad: ‘Usaron el poder como si fuera un bien personal. Olvidaron que el sectarismo, la jactancia y la deshonestidad son enemigos tan perversos como los imperios. Yo confío en que la revolución nuestra aprenda de las experiencias de otras revoluciones, sobre todo para no cometer los mismos errores, y que cuando esos errores se perpetren haya un colectivo que los denuncie y los corrija’. Y en eso andamos.

J.C. -En lo que se refiere a cultura, ¿seguimos cometiendo los mismos errores? ¿Retomamos los mismos vicios del pasado?

F.F. –Recuerdo que en el pasado el sector cultura estaba sobredimensionado, se había transformado en un producto más de la sociedad de consumo, un producto más de las elites. Había que luchar contra esa desproporción enorme de elogios y de egos, de esa tendencia a glorificar lo insípido, vulgar e insustancial.

Si la política culta es nefasta (gracias a los especuladores), la inculta está erguida de mediocridad (gracias a los ignorantes). Este es el único país en el mundo donde la mediocridad es sobrevalorada. ¡Lo digo sin tapujos!

J.C. -¿Hay mucha confusión?

F.F. -Reconozco hay logros sociales y culturales por parte del gobierno. La música y el teatro son dos de los sectores donde menos se nota la crisis. Pero si te vas a las artes plásticas, ¡uf!, lamentable. Es uno de los terrenos donde más se nota la tijera presupuestaria.

Nuestra política cultural ha sido nefasta porque busca manejar unas cifras. Y las cifras no son más que cifras. ¡Puras estadísticas! Hablando de estadísticas, ¿cuántos ministros de cultura van?

J.C. -¿Crees existe una gran crisis cultural en Venezuela?

F.F. -No podemos hablar de crisis cuando la UNESCO reconoce nuestros aportes culturales a la humanidad. En el año 2012, el comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial agregó los ‘Diablos Danzantes del Corpus Christi’ a la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Lo mismo hizo en el año 2013 con la celebración mirandina de la víspera del día de San Pedro, el ‘San Pedro de Guatire y Guarenas’.

Posteriormente reconocieron la contribución de otras tradiciones ancestrales venezolanas, como: ‘Los conocimientos y técnicas tradicionales vinculadas al cultivo y procesamiento de la curagua’ (2015), ‘El Carnaval del Callao’ (2016), y los ‘Cantos de trabajo de los Llanos de Colombia y Venezuela’ (2017).

Ahora bien. Fallas hay, y muchas. En su mayoría se deben al desconocimiento, a la falta de conciencia, atención y valoración. O a la ausencia de ética, honestidad y profesionalismo. Pero no creo exista una crisis cultural en Venezuela.

Lo que sí existe es una gran crisis de valores. ¡Los antivalores abundan por doquier! Repito, la ausencia de sensibilidad vino a ser nuestro inmortal declive.

J.C. -¿Te refieres a una mayor interpelación y demanda en el sentido de la belleza?

F.F. Del sentido de la sensibilidad y belleza cultivada en nosotros. Y de la apreciación profunda, sensible y capacitada en el manejo de las exigencias. La comprensión de belleza es fundamental para la apreciación del mundo que nos rodea. Por ejemplo, en lo que se refiere al terreno de la plástica; hace falta alcanzar el máximo sublime de apreciación, comprensión y receptividad sensible del arte para estimarlo a su justo valor. Darle la importancia y relevancia que se merece. Hay demasiada frivolidad en el tratamiento al que está siendo sometido en nuestro entorno actual.

¿De qué nos sirve salvarnos de la pobreza si somos ignorantes de la belleza? ¿De qué nos sirve la libertad si somos ignorantes de la sensibilidad? J.C.

-¿No crees que no sólo el arte sino también la crítica está en crisis?

F.F. -El arte y la crítica ocupan un lugar absolutamente marginal en el contexto actual. Decía Octavio Paz que a la crítica la habíamos puesto al servicio del odio. Intentar analizar una obra de arte no es destruirla. Mucho menos traicionarla. La crítica no es discriminación. Los críticos no pueden asumir el papel de dioses, jueces y verdugos. El crítico ha de ser, esencialmente, un orientador. Hacer crítica es develar la visibilidad que se intenta describir, al contemplar lo invisible.

La crisis viene dada por el debilitamiento y agotamiento de los discursos. Y también por la sobresaturación de información basura que el ciudadano común recibe. Hace poco, Luis Alberto Crespo decretaba que el periodismo cultural había claudicado. Pareciera ser cierto, porque hoy en día no se hace en nuestro país investigación de campo, ni difusión seria, ni historia del arte. Sin libros, revistas o catálogos de exposición, ¿cómo se estimulará a la generación de relevo?  Los críticos, historiadores e investigadores del calibre de Alfredo Boulton, Juan Carlos Palenzuela, Perán Erminy, Víctor Guédez o Juan Calzadilla, no existen. Son una especie en peligro de extinción. Habrá que estar atentos. Porque sin crítica no hay arte, ni historia del arte.

J.C. -¿Cómo enfrenta un artista  la crisis del arte actual?

F.F. –Trabajando todos los días, caminando mucho. Hablando con la gente, aprendiendo de ellos y, al mismo tiempo, ellos asimilando de nosotros. Es decir; instruyendo, enseñando, educando… Se enfrenta la ‘crisis’ dando testimonio de aquello que nos entusiasma o aflige.

J.C. -¿Cómo ves realmente la situación en el terreno de la cultura?

F.F. –La cultura está podrida. Tiene mal olor. La suciedad está amontonada. Ya hay bastante basura. Hay mucha. Mi esposa suele decirme que soy el pesimista más optimista del mundo, porque mi autoestima está en mil. Yo soy un funambulista. Me gusta caminar por torzales peligrosos. Aunque a veces haga de faquir.

J.C. -¿Hemos vuelto a un nacionalismo recalcitrante que sigue impidiendo que nos interesemos por las novedades artísticas o literarias producidas en las naciones del mundo? 

F.F. -Creo no hay que confundir tradición heroica, con militarismo mágico. ¿Por qué la unidad sólo debe verse como un concepto de nación? Como artista me atañe enormemente la nacionalización de mi obra, pero nunca me ha interesado hacer una obra nacionalista. Una obra nacionalista con sentimiento patriótico, no es suficiente para hacer una obra trascendental. Eso creo.

Lamentablemente, hemos vuelto a una concepción errada de patriotería o ‘patriolatría’, es decir; a una idiolización exagerada de patriotismo.

Pienso que el nacionalismo en nuestro país está sobrevalorado, sobredimensionado. Hay una patología excesiva del ‘yo’, de sobrevalores o sobredimensionamientos heroicos. Recuerdo aquel eructo de Acosta Carles frente a las cámaras de televisión. Fue visto por millones de personas como un acto heroico. El mismo Acosta Carles manifestó que su eructo había salvado a la revolución. ¡Uf! ¡Por favor! ¡Delirios de grandeza!

A estas alturas, un terrorista como Óscar Pérez o un extremista como Lorent Saleh, son sobredimensionados a la figura de héroes. Si la imagen de un Augusto Pinochet ha sido sobredimensionada a la figura de un Dios, ¿qué podemos esperar de los demás?

Venezuela tiene una herencia iconográfica hermosa, extraordinaria, pero no se ha sabido trabajar con ella. La gesta heroica de nuestros libertadores ha sido sobredimensionada a través de un arsenal de culto. Hace falta el ojo sensible de la cultura para adecuarla a su justo valor. ¡Cultura, señores dirigentes, no es propaganda icónico-turística! La cultura es un logro que se hereda por amor a la humanidad. Es la base de un país. La cultura no debe ser entendida como una colección de  bienes ‘cívico-militares’. Lamentablemente, el valor supremo más destacado hoy día en Venezuela es el de la política.

¡Ya hay demasiada sobresaturación política! ¡Sí, somos pioneros en el campo social! ¡Vamos a la vanguardia! Hay que descontar, por cierto, esta reminiscencia bélica de la palabra ‘vanguardia’ -a veces excesiva en el argot militar-, que le resta autonomía y originalidad a lo propiamente cívico.

La cultura y no el militarismo, debería ser el eje más eficaz para el ejercicio de la ciudadanía. André Malraux expone que la cultura ‘Es el conjunto de todas las formas del arte, el amor y el pensamiento que le han permitido al hombre ser menos esclavo’. Frase que sugiere ese otro elemento fundamentalmente humano que es la libertad.

J.C. -¿Eres de los que por el comandante Chávez llegas a sentir una admiración infinita, perdurable, imperecedera?

F.F. -Chávez fue un líder excepcional. Enormemente bondadoso, colosalmente auténtico, inmensamente carismático… Lo admiro profundamente, pero sin necesidad de venerarlo. Creo su imagen ha sido sobredimensionada a la figura de un héroe, de un salvador o guardián de nuestros intereses o de un Dios. Para la celebración de su natalicio se han organizado encuentros que incluyen conciertos de boleros, torta y canto de cumpleaños. ¡Por favor!

Por ejemplo, a mí me gusta recordar más a Bolívar en una posición silente, meditativa, luchando con su pluma. Esa es la imagen más poderosa que yo añoro de nuestro libertador. Lo mismo podría decir o expresar del comandante Chávez.

¿Por qué nuestros dirigentes no siguen el ejemplo de Fidel Castro que exigió, una vez fallecido, su imagen no figurara en reconocimientos, condecoraciones, títulos honoríficos, bustos o monumentos? ¿Por qué no seguir ese ejemplo?

J.C. -La región donde vives y haces vida social como promotor y productor de arte, en el eje Barcelona-Puerto La Cruz, está llena de contrastes morfológicos y biológicos, y es de gran belleza y diversidad antropológica y racial en su enorme ámbito poblacional. Pero también es depositaria de una cierta tradición en artes plásticas representada por sus escuelas de arte y por la obra de sus artistas nativos o asentados en este formidable paisaje caribeño y los cuales, en su momento, dieron contribución importante al arte nacional. Incluso, la región fue asiento de una bienal de arte contemporáneo en los años 80. ¿Persisten acaso esas manifestaciones de la cultura del siglo pasado, siguen activas y renovadas sus estructuras, dando su aporte a los actuales procesos de reconstrucción del país, según un modelo teórico de Chávez definió como socialismo bolivariano? ¿O hay que reformar o fortalecer sus instituciones para hacerlas más funcionales y prácticas?

F.F. No persisten. Para los que hacemos vida artística y cultural en el oriente del país (principalmente en el eje Barcelona-Puerto La Cruz), es una realidad tangible lo que se vive a diario en las instituciones culturales del estado. ¡Esto es un drama! ¡Nuestros espacios culturales fueron desatendidos, descuidados, abandonados! Museos, galerías, casas de la cultura, bibliotecas, editoriales, teatros, ateneos… están en bretes de subsistencia, mantenimiento y manutención. Pasan por momentos difíciles. Aún hoy son reflejo palpable del abandono inicuo, insensible e injustificado por parte del gobierno. Sólo se mantienen por el afecto amoroso, respetuoso y celoso de sus trabajadores.

El Museo Anzoátegui, la Galería Municipal de Arte Moderno de Puerto La Cruz y el Ateneo de Barcelona, por poner tan sólo tres ejemplos; apenan y consternan a nuestro ser imaginario y a nuestra mente pensante. Cuando veo la situación de abandono en la que se encuentra la institución que acoge la colección de obras de arte más importante del país (‘Miguel Otero Silva’), me molesta. ¡Qué carajos pasa con nuestros dirigentes! ¿Qué clase de estímulo puede heredar una comunidad cuyo bagaje cultural provenga únicamente  una organización política? ¡Por favor! ¡La situación es grave! Ya no se trata de ‘reformar o fortalecer sus instituciones para hacerlas más funcionales y practicas’. ¡Es que no están funcionando!

La asignación de recursos y presupuestos acordes a nuestros tiempos, es aporte fundamental para el funcionamiento óptimo de nuestras instituciones. Recibir formal financiamiento produce resultados tangibles. A estas alturas estoy convencido que el Estado es el que debería ser sensibilizado, y no la sociedad. Aquí se decía que con Dennis Balza, David De Lima o Aristóbulo Istúriz, las cosas iban a mejorar. Fueron gobernantes con imagen, pero sin personalidad. Es ahí precisamente donde radica el peligro de sobrevalorar las apariencias.

Ningún gobernador de Anzoátegui ha tenido un trabajo cultural modélico desde finales del siglo XIX, es decir; desde que Nicolás Rolando (al parecer un hombre culto, sensible y de férrea personalidad), construyera bajo su administración, en las empolvadas calles de Barcelona, el ‘Teatro Cajigal’ (1895). Aunque es justo mencionar aquí, las labores culturales de Guillermo Álvarez Bajares y Tarek William Saab, de quienes he escuchado, con el paso del tiempo, comentarios positivos.

J.C. -No sé si te preocupa el hecho de que en esta región donde vives, poblada por casi dos millones de habitantes, no haya un museo de arte con todas las de la ley, sino espacios donde se exponen colecciones históricas poco relacionadas con la dinámica social y las necesidades de hoy. ¿Podría en corto tiempo revertirse esta situación? ¿O si vale la pena no planteárselo, en un momento en que las necesidades espirituales parecieran diluirse o ser sustituidas por otras como el deporte, la música, la diversión, tan alejadas de un pensamiento profundo?

F.F. –Claro que me preocupa. Es un problema cultural. Lamentablemente nuestros gobernantes tienden a confundir cultura con turismo, carnaval con halloween, joropo con San Juan… Un ex alcalde ‘revolucionario’ se gastó millones para promover un concierto de Maluma. ¡Uf! La revolución se gasta unos cuántos millardos en conciertos bazóficos o en la construcción de estadios de beisball y de fútball. Pero construir un museo digno para Anzoátegui no tiene cabida. Mucho menos para restaurarlos (como el perpetuo caso del Museo Anzoátegui de Barcelona). Ni siquiera para iniciativas de orientación y construcción de museos comunitarios en nuestras entidades. ¡No hay interés! ¡Mucho menos voluntad! Dígame usted Juan, ¿cómo reivindicamos a nuestros artistas cuando sus museos están cerrados? No soy optimista. El estancamiento es total. Estamos en decadencia.

J.C. -¿Cuál podría ser la causa de esa abulia generalizada, creciente e insatisfecha de un público que se aleja cada vez más de los museos y asiste actualmente cada vez menos y con más desgano a los eventos y manifestaciones del arte puro, tal como los presenciamos durante el siglo pasado?

F.F. –Esta pregunta tiene que ver más con la sociología que con la función específica del arte, pero seguramente de mucho interés para nuestra condición de artistas plásticos prestados a la educación por el arte.

La principal causa, es la politización de la cultura. Es una situación generalizada. Se obedecen unos lineamientos. Muchos eventos asumen esa tendencia nacionalista que tienden al maquillaje facial. Te fastidias de tanto camuflaje cosmético, de toda esa excesiva ornamentación y partidización política. Llega un momento en el que te aburres, te cansas. Acondicionar los eventos culturales con cierto perfil político o estatal, no beneficia a un amplio sector público. La democratización es algo maravilloso, siempre y cuando no esté estrictamente condicionada ni controlada por el estado.

Marta Traba proponía entregar al pueblo ‘una cultura de apreciación, un sentido de la exigencia y un señalamiento estético y de valores’. Estaba convencida de que la política debía tomar aspecto de cultura, más que de activismo. Estoy de acuerdo con ella. En 1950, en España; Joao Cabral de Melo Neto recomendó a Joan Brossa, no abandonar la imaginación en nombre de ninguna ideología. Pero le encomendó ‘que diera una pista, que podía ser un solo verso, para que el lector captara la intención final’.

J.C. -¿Es mal síntoma que la cultura esté totalmente condicionada por el estado?

F.F. Por supuesto. En el año 2006, decía Farruco a Rubén Wisotzki en una entrevista (‘El pueblo es la cultura’), lo siguiente: ‘La cultura no la hacen los gobiernos, ni los Estados ni las instituciones. La cultura la hace el pueblo. Uno simplemente es un gestor que se coloca al servicio de una visión humanista’. Ciertamente, a comienzos de la revolución, los cultores comenzaron a organizarse al margen de las grandes corporaciones capitalistas. Doce años después, se unifican al margen de los alcaldes, al margen de los diputados, al margen de los gobernadores, al margen de los partidos políticos, al margen del ejército, al margen de una organización militar…

A veces pienso que afiliarse a una ideología sirve para que los otros hagan uso de tus sentimientos e ideas. Por lo que hay que estar muy atentos. Me refiero a que un país se desdibuja culturalmente si el Estado sólo funciona como un gran ‘aparato-motor’ de militantes políticos.

En la revolución bolivariana lo que percibo como ‘cultura’ es un gran ruido visivo, mediático, de divulgación política. El excesivo absolutismo del estado-impulsor, fatiga mis dudas. Por ejemplo, los infocentros creados por el comandante Chávez para que el pueblo navegara gratuitamente por internet, se han transformado en oficinas de las alcaldías o comandos de campaña del PSUV.

J.C. -¿Ya no crees en las buenas intenciones?

F.F. –Aquí ya no se aspira al creador independiente, sino al cultor-masa. Es decir; el estado no busca creadores, sino pintacaritas (propagandistas). Artistas condescendientes con la revolución bolivariana. Visto así, es un problema grave.

J.C. -¿La guerra fundamentalmente es política o cultural?

F.F. ¡La guerra lo ha invadido todo, hasta la cultura! Por lo que nuestra ofensiva debería ser sigilosa, prudente, apaciguada. Silenciosamente beligerante, sin necesidad de alardear o vulnerar. Jactarse es un indicio evidente de mala cultura. Las catástrofes de la historia han sido provocadas por aquellos personajes que se burlan, alardean o hacen demasiado ruido. Hay que aprender a ceder, cavilar y callar. Silenciar es un arma muy poderosa que no necesita balas.

J.C. -Una última pregunta, ¿cómo ves la situación política en Venezuela?

F.F. –Venezuela es un país en guerra. Un país que está al canto de la guerra, aunque no haya guerra.

Franklin Fernández

Caracas, Venezuela, 1973

Licenciado en Artes Plásticas (2003), por el Instituto Armando Reverón (Iuesapar) actual Universidad Nacional Experimental de las Artes (Uneartes), en Caracas. Promotor cultural, egresado del Taller de Poesía del Celarg (1999). Ha publicado los libros El Señor de Barcelona (Textos sobre la obra de Régulo Martínez, Fundación Editorial El Perro y La Rana. Caracas, 2017); Silabario del Incierto (entrevistas a Juan Calzadilla, Fundarte, Alcaldía de Caracas. Caracas, 2015); Trizas (aforismos, 1998-2015. Libros El Albur. España, 2015). Poemas-Objeto: Cuerpo y textura de la poesía (Poesía-objetual, 1998-2008. Fundación Editorial El Perro y La Rana, Caracas, 2011); La Imagen Doble (entrevistas a artistas plásticos y poetas hispanoamericanos, Fundación Editorial El Perro y La Rana, Ministerio de la Cultura. Caracas, 2006); Simples (aforismos, Fundación Editorial El Perro y La Rana, Ministerio de la Cultura. Caracas, 2006); La Escritura y tú (aforismos, Sistema Nacional de Imprentas, Estado Anzoátegui, 2010); Breves (aforismos, Editorial El Pez Soluble. Caracas, 2000). Su trabajo ha sido publicado en diversas revistas y diarios nacionales e internacionales. Recibió, entre otros, el III Premio de la II Bienal de Artes Plásticas PDVSA Oriente Museo de Arte Contemporáneo de Cumaná (2013); Luis Luksic en el Gran Salón Nacional Mauro Mejías (Barcelona, Anzoátegui, 2012); Rafael Fucho Tovar de la X Bienal Nacional de Escultura Francisco Narváez (Porlamar, isla de Margarita, 2009); Rita Valdivia del Primer Salón Oriental Galería Pedro Báez (Barcelona, Anzoátegui, 2008); y el Gran Premio VI Salón Regional de Jóvenes Artistas de la Galería de Arte del Consejo Legislativo (Barcelona, Anzoátegui, 2001). Participó en el Décimo Festival Mundial de Poesía celebrado en Caracas (2013). Ha trabajado como especialista en Gestión Cultural (Artes Plásticas), en el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, estado Anzoátegui. Como presidente ad honorem del Ateneo ‘Miguel Otero Silva’ de Barcelona (2010-2016). Actualmente se desempeña como operario de la Imprenta Regional del Estado Anzoátegui (Fundación Editorial El Perro y la rana.

 

*Las imágenes pertenecen a la serie de poemas- objeto de Franklin Fernández.

Bolívar hecho a mano
El ojo que pasa
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