Textos tentativos para montar una pieza teatral en forma de mimodrama musical o farsa en doce cuadros.
1. Autorretrato
Lo que el autorretrato dice de mí
no crean que me reconforta ni me espanta
Cuando me miro en él me veo perdido
como si, más que plasmar mi figura,
lo que hice fue cavar mi propia fosa.
Ya quisiera yo verme de cuerpo entero en mi retrato,
libre de edad y de los estragos del tiempo
sin recibir amenazas de una superficie extraña y lisa
que tomándose atribuciones sobre mi persona
y hablando en mi nombre
se empeña en demostrar
que ese al que yo miraba fijamente
mientras el azar guiaba locamente mis trazos,
no era yo sino otro.
Por más empeño que puse en construirme paso a paso,
obediente a las líneas del gesto automático
agarrado al pincel y abusando de las tintas
sobre la virgen tela, sólo alcancé a arrojar brochazos
que no paraban de decirme
“ese que va surgiendo de tus trazos locos
no eres tú, sino tu otro”.
Explicación para el montaje:
El interés de este texto reside en que puede escenificarse empleando un espejo y un caballete donde está montado un dibujo con su retrato sobre un fondo azul. El bufón hace gestos como si estuviera autorretratándose. Arroja brochazos a la manera de Reverón sobre el soporte e incluso al aire, con pasos alocados y pegando brinquitos. Gesticula delante del espejo tentando parecerse a sí mismo, balbucea y al final se queda petrificado frente al público.
(Aquí queda bien un solo de cello, de fondo)
2. Dama de negro
Indicaciones para el descanso
Está bien que se hayan eximido de venir los ausentes.
Prueba de que no hacen falta es que no fueron invitados.
En lugar de ellos he aquí asistentes más puntuales
que antes de presentarse enviaron ramos demasiado vistosos
como si de una fiesta de bodas se tratara.
Y a los íntimos la orden de entrar en puntillas como duendes.
Instálense por favor bajo la pérgola mojada de antenoche
que por ser de confianza para los familiares
habíamos despejado. En cambio los distraídos
ah los distraídos, cuídense de no pisar el angelito de mármol
ultimo regalo de mi marido enviado desde Italia
y que en el jardín confunde su pátina
con el césped recién afeitado.
¿Y por qué olvidarse que en el porche hay un felpudo
para los zapatos? Es bueno que la lluvia llame a la puerta
pero no que el barro entre a lamer las alfombras.
No hay derecho a que los fumadores hagan globos de humo
sobre los materos y menos aún en casa de respeto.
Así que cesen de hablar parados como postes
en los corredores
Y a ocupar las sillas vacías pasen. Manténganse
los mayores a la derecha y por este lado llenen las damas
con sus traseros las butacas vacías
en la sala donde el difunto solía sentarse a leer las noticias
durmiéndose como si fuera a desprendérsele la cabeza
muy cerca del portón por donde, señores,
ahora entra el llanto de los claxones de los coches
que vienen por él.
Indicaciones para el velorio
Explicación para el montaje:
La dama de negro administra con gran diligencia el velorio de su marido muerto como si se tratara de una noche de boda. Metáfora de la banalización a que somete la burguesía adinerada todas las acciones en donde está en juego su condición de clase en el poder. No hay detalle que se le escape a la dama en la organización de su fiesta y que no ejecute con la autoridad propia de una hacendada de sus bienes o un empresario de Fedecámaras.
3. La máscara y mi doble
¡Con qué gusto llevaría yo mi disfraz a todas partes!
Un disfraz tan holgado y transparente
que no tuviera yo necesidad de emplear
más traje que la piel de mi cuerpo.
Un disfraz cuya obviedad demuestre
que en su molde mi vida ha quedado
para siempre fidedignamente impresa
y en el que para reconocerme no sea
necesaria otra máscara que la que llevo puesta.
Irreverente, feliz o afectuoso, qué importa
con tal, señores, de que fuera un disfraz
que pudiera adoptar mis gestos
y en el cual, una vez dentro, no me sintiera
yo más encadenado al deseo de ser otro.
Un disfraz, quiero decir, idéntico a mí mismo,
que yo pueda llevar con gusto a todas partes,
a los consejos de familia, al congreso
y a las asociaciones de vecinos.
En fin, un disfraz por el que nadie ni yo mismo
tuviéramos que sentir vergüenza
y en donde definitivamente reconfortado
mi doble pudiera moverse a sus anchas.
Explicación para el montaje:
El personaje está frente a un baúl lleno de antifaces y máscaras de carnaval en cuya parte frontal se lee en caracteres grandes la palabra PESSOA. Mientras recita el texto va poniéndose una a una las máscaras que están en el baúl. Insatisfecho del resultado, las va arrojando al piso (y algunas al público). Hasta que, con satisfacción, encuentra la apropiada a su rostro Y se la pone. Es una mascarilla de diablillo danzante.
4. ¿Cuántas palabras habré yo dejado de decir?
¿Cuántas palabras habré yo dejado de decir
por ignorancia o temor. Cuántas por no haber
tenido paciencia para armarlas. Cuántas
por no haber entrado yo en uso de razón.
Cuántas por haberme jugado una mala pasada.
Cuántas por subestimar el orden de mis necesidades verbales.
Cuántas simplemente a causa de su estado larvario.
Palabras que no daban la cara por nadie.
Palabras que apestaban como la tifus de los inválidos.
Palabras por las que yo no hubiera apostado
ni un solo centavo. Palabras que dejé yo de decir
para no mencionar la hecatombe
a la hora de cantarles a los pájaros.
Explicación para el montaje:
Al bufón le cuesta agarrar las palabras que va diciendo y que vuelan de su cuenta en torno a él. Trata de asirlas y su atención se fija en una que la pasa por enfrente, atada a un hilo rojo. Cansado de perseguirla, se arrodilla en el piso para pedirle a una deidad extraña que le ayude a asir las palabras, pero se le presenta, como por arte de magia, un diablillo, especie de aprendiz de brujo, quien dando una orden, hace que inunde la escena gran cantidad de palabras y más palabras. El bufón se esfuerza en vano en agarrarlas a todas. Y al final exhausto cae al suelo sin lograrlo mientras se miran en pantalla imágenes de una gran inundación.
Esta pantomima es una paráfrasis de El aprendiz de brujo de Paul Dukas.
5. Lleno y vacío
Sin el árbol no te imaginas la función del hacha.
Ésta ha sido pensada para penetrar en él.
Lo que en el hacha es suma, en el árbol es,
golpe tras golpe, resta.
Lleno y vacío. Ruido y silencio.
El hacha habla y el bosque responde.
El hacha pone la música pero el árbol es el instrumento.
Explicación para el montaje:
Los instrumentos muscales tratan de representar el sentido del texto imitando aquí y allá los sonidos del bosque cuando sus árboles son cortados con sierras eléctricas. Acompañando el recitativo, dicho por un actor que no se ve, aparece una danzarina en el papel del paso del viento por entre los árboles.
6. Accidente en la carretera
Miren cómo ayer domingo
esa bella muchacha que conducía a toda prisa
murió al estrellar su automóvil
de frente contra un muro de la autopista.
He visto su foto en el periódico
donde se reseña el hecho sin extraer yo
por ahora ninguna conclusión
en cuanto al parecido próximo o remoto
que la muchacha pudiera tener
con una foto de carnet. Aunque confieso
que este detalle no hace menos enojoso
y grave el asunto de morir tan joven
y en tan horrible trance.
Ni me ahorran el dolor y la tristeza
por lo que a mí, como lector, me toca.
Al fin y al cabo no somos
sino testigos de la muerte de otros.
Así no estemos cerca del accidente
y la foto diga nada o poco.
Explicación para el montaje:
El texto habla de la suerte corrida por una muchacha que se dirigía al litoral manejando su coche a toda prisa y por desgracia muere al chocarlo contra un poste de la autopista. El actor se desvive por reconstruir el hecho. Está sentado en una butaca leyendo tranquilamente el periódico donde se recoge la noticia. Conmocionado pero aún incrédulo, se dedica a reproducir la evidencia del suceso imitando con gestos, manos y pies, las maniobras propias del manejo de un auto que corre a toda velocidad a través de curvas y rectas de una estrecha carretera e imitando los rugidos del motor. Escéptico y desconfiado, el actor termina poniendo en duda que el parecido entre una simple foto de carnet con una persona sea suficiente para identificarla. De este modo cree salvar a la muchacha. Rompe el periódico, lo vuelve trizas. Y termina diciendo: “A fin y al cabo sólo somos testigos de la muerte de otros”.
7. La muerte del poema
“Los profesores de literatura dicen de la poesía
cosas que yo no diría del peor de mis enemigos”
El preceptivista intenta darle caza.
Lleva en sus manos unas pinzas
y corre tras él
listo para desglosarlo
en cuanto le ponga el guante
como a infeliz mariposa.
Con argumentos más lógicos,
el profesor trata de echarlo por la fuerza
o, llegado el caso, si resultara
demasiado imprudente,
lo derriba de un puñetazo sobre la mesa.
Aunque selle herméticamente puertas y ventanas,
en el fondo sabe
que no tardará en volver a colarse.
Explicación para el montaje:
La muerte del poema es una pantomima., con dos actores. Y un tercer personaje que hace las veces del poema. Uno de ellos, es el recitante. El otro se limita a reproducir en la acción, sin hablar, punto por punto, la descripción que de la muerte del poema va haciendo el actor primero. El poema, detrás del cual corre el preceptivista, hasta ensartarlo en su tridente, es un muchacho disfrazado de arlequín. La persecución se transforma en una danza. El texto revela que el estudio académico de la poesía en nuestras universidades es una mera formalidad que muy poco tiene que ver con la poesía, y, menos con la vida.
8. Diálogo de una sola punta
-Aquí está la cuerda. Hale usted por esta punta
mientras yo sujeto la otra.
-Pero, ¿cómo? Si esto no es una cuerda.
Es una culebra.
-Entonces agarre usted la cabeza
que yo asiré la cola. ¡No vamos a pelearnos
por un problema semántico!
Explicación para el montaje:
Diálogo de una sola punta es un mimodrama apto para ser escenificado por dos actores, cada uno de
los cuales hala por la punta de una soga, con fuerza, hacia su lado, como haciendo pulso. De prono uno de los dos descubre que la cuerda que halan es una serpiente y grita asustado. El otro le sugiere que él agarre por la cola y así evitar que la culebra lo muerde, mientras él tira de la cabeza. Pero Como no hay un acuerdo, ambos escapan corriendo cuando descubren que la cuerda contorsiona en el piso movida por un mecanismo secreto como si se tratara en efecto de una culebra.
9. Final con revólver
Informa la Oficina de Prensa de la Policía Metropolitana
que fue localizado muerto,
en circunstancias extrañas, un joven de 25 años,
presentando una herida de bala a la altura
del femoral derecho, con orificio de salida.
A su lado , en el suelo, fue hallado un revólver de juguete.
El Universal, Caracas, 10-10-83
Publicado en Una cáscara de cierto espesor, 1985
Explicación para el montaje:
Calmados los disparos en la brumosa medianoche caraqueña, un policía bien presentable se detiene en su turno de guardia y aproximándose al poste de luz más próximo observa el cuerpo de un transeúnte tirado en el piso. Examina y revisa aquel cuerpo y extrae de uno de sus bolsillos una pistola de juguete que muestra con aire intrigado al público mientras se oye una voz anónima que recita el poema.
10. Oficio inmemorial de poeta
Ser el mejor en un género especial. Aquel en donde uno
Se destaca, así sea éste el último género.
Por ejemplo, un recogedor de latas de aluminio que
desempeña bien su papel aplastándolas con el tacón
de uno de sus zapatos.
Y aún así dispone de tiempo para alardear:
“El tacón del zapato vale lo que la mano en la pluma”
Rimbaud.
Explicación para el montaje:
El actor en el papel de un indigente (llevando una mochila en la espalda-.- se esmera en recoger las latas de refresco vacías que encuentra a su paso en la calle. En cuanto tropieza alguna, la machaca en el acto propinándole un golpe certero con el tacón de su zapato izquierdo, y así va haciendo con todas las latas que encuentra a su paso, incluyendo a las de Coca-Cola. Ya convertidas en chapas, las va metiendo en la mochila con la misma energía con que las aplasta. En tanto va ejecutando una especie de danza en forma de ritual y santiguándose a la manera de los bateadores cuando pegan un jonrón. Se podría decir que el indigente cumple bien su papel en la vida, según el verso de Rimbaud que dice que todo los oficios tienen el mismo valor: El tacón del zapato vale lo que la mano en la pluma. Estribillo de una canción que el indigente repite a medida que aplasta, una tras otra, sus latas.
11. Epitafio
En mi entierro iba yo hablando mal de mí mismo
y me moría de la risa.
Enumeraba con los dedos de las manos
cada uno de mis defectos
y hasta me permití delante de la gente
sacar a relucir algunos de mis vicios
como si me confesara en voz alta
y en la vía pública.
Comprendo que esto no es usual en un entierro
ni signo de buen comportamiento.
Un ciudadano cabal, aun estando muerto
-cuando es él el centro de la atención-
debe guardar las apariencias
y cuidar de no exponerse al ridículo.
Explicación para el montaje:
Este epitafio puede escenificarse de alguna manera haciendo que el sujeto fallecido, que es el mismo que habla en el poema, se desprenda del sueño de la muerte, se levante del ataúd y dirigiéndose al público le espete el siguiente discurso:
12. Prólogo de los basureros
Avanzaré sin sentir asco
ni pena ni repugnancia
largo a largo a tenderme en las gradas
de este reino donde el papel higiénico
flamea en los palcos de botellas.
Me iré a engordar los límites
en donde el cují y la rosa
se abrazan sin contrariarse
y la ciudad está en paz con sus víctimas
y no duerme desvelada
por el pico de los pájaros ebrios
que a mis sueños escarban sin prisa
y a mis expensas
aún no terminan de darse su cena.
Barranco abajo coronando los cerros de lata
con el sol retorciéndose en mi espina
encontraré hecho jirones
el hule de los sillones baratos
y veré a la carcoma
con sus huevos al hombro
entrar a los túneles del cedro.
Aquí donde al salitre por fin
los automóviles dan su brazo a torcer
y el jugo de frutas
no anda más por las ramas
y chorrea por los escalones
de la depredación.
Avanzaré entre la goma espuma y el anime
entre el poliéster y la fibra de vidrio
entre el vynil y la silicona,
marcharé avaro forrado de ropas
bamboleándome como un astronauta,
calzado con zapatos de a kilo
descenderé por las dunas de vidrios rotos
y el corcho de los desiertos.
Avanzaré a buscar lo que de ningún
modo encuentro, buscaré
lo que no se me ha perdido
entre resortes cuyos espirales
a mi paso hacen befa de mis pantalones
inflados como globos por el viento.
Subiré a los altares donde
el cobre y la porcelana
al paisaje montan guardia
y en la rosa del orín
dan a beber la gota de agua
que ya no sale por los caños.
Aquí donde el fuego no anda con rodeos
y va rápidamente al grano
como la luz en la punta del rayo.
Me iré de bruces entre los primeros
a descubrir cuanto antes
cómo en la pira del sol
arden de mayor a menor
ay toda nuestras tribulaciones.
Explicación para el montaje:
Este poema podría resolverse como un poema visual, utilizando una pantalla grande (o varias según el caso) en ka cual aparecerán fotos de Daniel González de la época del Techo de la ballena, así como otras de signo catastrófico, emparentadas con la violencia urbana. Y sobre estas imágenes proyectar el texto del poema a tiempo que lo va dicendo un actor que marcha en ropa de indigente por entre desechos y basura.
por entre desechos y basura
Su arrechera el sujeto la paga con las cosas
-Tu odio a la ciudad se debe a que haces de ella el espejo
donde te miras.
-No, doctor, fíjate en lo que pienso de la ciudad:
es algo donde estamos obligados a andar con el cemento
al cuello. Es la ciudad la que me odia por opinar de ella
de este modo, ¡La ciudad no ha hecho por mí nada
que pueda moverme a declarar que soy su hijo!