Juan Calzadilla es, para varias generaciones de venezolanos, no solo un maestro, sino el único referente de una preocupación reaL por las artes visuales en Venezuela, en términos de la estructuración de una memoria consistente, sólida, y una clara y certera visión con anclaje en pasado y presente.
Pero el hecho de que Juan se mueva en dos áreas fundamentales de los lenguajes expresivos del arte como son las artes plásticas y la literatura y además desarrolle un trabajo crítico en ambas, prácticamente cuadriplica su ascendencia en estos y otros muchos territorios.
Su participación en una agrupación como El techo de la ballena, agrega una pátina histórica esencial a su circunstancia, porque estamos hablando de un movimiento, con un lenguaje surrealista, latinoamericano, con una trascendencia que impide se le pueda ignorar, y en cambio se le reconozca un lugar de definiciones en la historia del país, en aquellos años sesenta del siglo veinte, que marcan gestos y circunstancias posteriores en la corriente de arte y la literatura del siglo pasado y el presente.
Ser testigo de algo como eso no tendría la menor importancia si Juan Calzadilla no fuera el que es, en línea de continuidad con su obra en los cuatro sentidos señalados. Pero estamos ante un poeta auténtico desde cualquier lectura, quien tiene todos los años un libro nuevo en la mano, quien es como si ello fuera poco, un formador de nuevas generaciones. Lo es desde hace muchos años, se le recuerda como el promotor de ese grupo de jóvenes que publicaban La Gaveta Ilustrada, entonces muchachos de la Universidad Simón Bolívar, con inquietudes literarias y actitudes vanguardistas, para quienes Juan fue el maestro mentor.
Le conocimos antes, desde finales de los 60 y principios de la década de los 70, allá por Maracaibo. Cuando se instaló con toda su familia en esa ciudad y estuvo laborando en la dirección de Cultura de la Universidad del Zulia, al lado de Sergio Antillano González, mi padre.
Ya entonces Juan era el promotor de cambios y creador audaz que nos acompaña.
En una entrevista que le hiciese Luis Alberto Angulo, publicada en la revista[1] Poesía en 2002, el poeta hace algunas apreciaciones sobre su propio trabajo, que son importantes para la comprensión de su concepto de la poesía, un tópico sustancial es su preocupación por expresar el mundo de lo urbano, a través de darle palabra, en sentido metafórico, a una serie de personajes que lo ejemplifican, y allí señala su necesidad de crear un diálogo con los otros, insistiendo en que la poesía no puede existir sin la presencia del lector.
Históricamente, revisando los procesos de su propia escritura, Juan señala que “Dictado por la jauría”, poemario que corresponde a su época de El techo de la ballena, tiene una correspondencia de continuidad y transformación en el libro. Oh, Smog, insertos ambos en esta esfera de lo urbano expresado en varios registros, como colectivo humano.
Señala Calzadilla: “El poeta tiene una limitación: salir de sí mismo” y señala también: “El poeta inventa al otro y, descubre en éste el espejo en el cual puede llegar a verse a sí mismo, pero de otra manera: reflejado en los dobles que el otro va proponiendo”.
En su libro reciente: Editor de crepúsculos, su poema “Arte de novelar” nos dice:
“Deberíamos poder narrar con lujo de detalles todo / lo que nos pasa por la mente, a diario. Con esto / no competiríamos con la memoria, ofrendándole / un brillante ejercicio imaginativo, lleno de / metáforas descriptivas, sino sencillamente asumiendo / la humilde facultad de un modesto hacedor de fábulas”. (2014, Editor de crepúsculos, p.107).
En este solo párrafo está definida toda una poética, y una concepción, expresada didácticamente, de lo que significa el universo de lo imaginario para el ser humano.
La versatilidad nacida del expresarse a través de dos códigos divergentes como la palabra y la imagen plástica, le llevan a concebir de un modo más veraz y complejo, el fenómeno necesario de la comunicación. El silogismo que nace de la confrontación de lo real en la dimensión del poema, pasa a constituir la fundamentación lógica de lo expresado, en un descubrimiento que despierta en el lector, la sensación, ingenua acaso, de su propio asombro.
Leamos “Pequeño alfabeto”: “Las plantas crecen de su cuenta / Nadie ve cómo ni en qué momento. / Su crecimiento es una acción pasada. / Al menor descuido tuyo, madura / un tomate. Volteas, y abre la flor / blanca del manzano. / Y crees que tu mirada contribuye / a ese pequeño milagro. /¡Cuán equivocado! / todo pasa sin que te enteres. / ¡Y tienes todavía el coraje. / de creerte dueño del jardín!” (p.84, El brillo y la palabra).
La suspicacia y la agudeza expresiva del poeta, colocan al lector frente a verdades elementales de las cuales sólo tomamos conciencia frente a la construcción del silogismo. Revisemos en las razones de la escritura del poema, el afán de perfección:
“El afán de perfección en poesía”. – El afán de perfección queda en entredicho, desde el mismo / momento en que damos más importancia al propósito de alcanzar / la perfección, que al hecho por el cual llegamos a comprobar que / la perfección puede reducirse, en última instancia, a su búsqueda / misma”. (Editor de crepúsculos, p.88).
Hace algunos años, cuando acababa de producirse ese gran terrible cataclismo que fueron los sucesos del Estado Vargas y otros lugares de nuestras costas, con la vaguada, el deslave, Juan Calzadilla hizo lectura de su poesía aquí en Valencia, y recuerdo el impacto de sus textos que ilustraban en términos de exigencia atención, la circunstancia.
Sus poemas: Después del deslave y Escenas virtuales son textos que nos enfrentan a una particular toma de conciencia ante los acontecimientos, poniendo al descubierto la enramada de filtros y contra-información con la que, a diarionos hace el juego el entorno, alejándonos del mundo real y colocándonos de limbo, para confundir los hilos verdaderos que suelen trastocar os eventos de la realidad.
A raíz de la curaduría de esta exposición del museo, Volúmenes[2] en tercera dimensión, de la colección de premios Arturo Michelena, hemos tenido una experiencia particular con el Juan Calzadilla crítico de arte, en el intento de seguirle en la escritura de comentarios analíticos sobre las piezas seleccionadas para su exhibición.
En Juan hay una enorme preocupación por la necesidad de formar comentaristas de arte que intenten abordar la interpretación de la obra desde perspectivas siempre vinculadas al hecho visual, a la concatenación delos elementos que prefiguran al continuidad de la evolución de las artes plásticas en el país, manteniendo la referencia de la memoria histórica al respecto.
El maestro que es Juan Calzadilla, es el poeta, el amigo, el crítico y, fundamentalmente, el hombre de vanguardia, que siempre va más adelante, con una percepción fresca, renovada, de lo vivido.
[1] Revista Poesía N° 133, septiembre- octubre 2002, Vol. XXIV- N°2, Valencia. Luis Alberto Angulo. Entrevista a Juan Calzadilla.
[2]*Volúmenes, Exposición retrospectiva en el Museo de Arte deValencia, integrada por obras escultóricas pertenecientes a la colección de este centro de arte. Valencia, mayo y junio de 2016.